El síndrome de ovario poliquístico – SOP- es la enfermedad hormonal más frecuente. Ya os he escrito sobre ella en este blog. Hoy no quiero insistir sobre los síntomas, el diagnóstico ni los tratamiento: me voy a centrar en la causa.
Más de una paciente se estará preguntando ahora: ¿qué se ha fumado el dr. Millet? Je, je…
Efectivamente, nadie conoce la causa. Quién la encuentre, se lleva el Nobel. Llevo más de 20 años leyendo sobre el SOP y nunca he podido contestar satisfactoriamente a la paciente que me ha preguntado: “¿y esto por qué me pasa a mí?” Es bastante frustrante; además, ¿si no conoces la causa de una enfermedad, cómo vas a evitar la aparición de nuevos casos?
En las últimas semanas ha caído en mis manos un artículo que intenta arrojar algo de luz sobre el origen del SOP. Por evitar los tecnicismos os resumiré la idea general del artículo: las condiciones hormonales y metabólicas de la embarazada en los primeros meses de gestación influirán de manera notable y duradera en el desarrollo de su descendencia tras el parto. Hay que buscar el origen del SOP en el útero materno. ¡Guau… !
En realidad, la lectura de este artículo me ha generado una sensación de “dejávu”. En efecto, ya escribí un post hace varios años que proponía una hipótesis similar para explicar por qué la descendencia de las madres obesas – y/o de las madres delgadas que engordaban mucho durante la gestación- tienen más riesgo de ser obesos o tener infartos de miocardio a lo largo de sus vidas.
Es la misma idea y hoy os voy a intentar explicar a través de qué mecanismos se produce este efecto. La pregunta es: ¿Cómo el entorno que nos rodea puede modificar de forma persistente nuestra genética? Si. Habéis oído bien: el entorno puede modificar la genética. ¿Os extraña? Lógico. En el cole aprendimos que nuestro material genético está organizado en cromosomas que se alojan en el núcleo de nuestras células y que se transmite de padres a hijos sin modificaciones. Repito: SIN MODIFICACIONES.
Pues bien… no es verdad. O por lo menos, no del todo.
Os lo voy a explicar con un ejemplo que vais a entender muy bien. Imaginad que una embarazada sufre un estado de malnutrición severo. Es probable que aborte; si no lo hace será porque ha engendrado un embrión especialmente preparado para superar largos periodos de déficit energético. Es muy probable que el recién nacido nazca con bajo peso pero fuera del útero materno, cuando se vea expuesto a un entorno caracterizado por la abundancia de comida – nuestras sociedades son un claro ejemplo de esto-, no podrá adaptarse y su metabolismo desarrollará obesidad y diabetes. Es decir, la malnutrición fetal favorece la expresión de ciertos genes importante para conservar energía; estos genes permiten la supervivencia en entornos de escasez pero condicionan el desarrollo de problemas metabólicos en entornos dónde abunda a comida. Lo importante es que aunque el material genético no cambia, su expresión funcional sí que cambia – y mucho- en función del ambiente que lo rodea. Esto se llama epigenética.
Pues bien, volviendo al SOP parece que tanto si la madre sufre periodos de malnutrición durante el embarazo como el si el problema es el contrario – madres obesas, hipertensas, diabéticas o madres que engordan demasiado-, se producen ciertos cambios en la expresión de ciertos genes que aumentarán el riesgo de desarrollar en el futuro obesidad, diabetes y SOP. Una vez producidos, ¡estos cambios podrían heredarse de generación en generación!
La moraleja de todo esto es sencilla: las embarazadas deben esforzarse por llegar al embarazo con el peso adecuado y no engordar más de lo necesario. No fumar, no beber alcohol, hacer ejercicio, dormir suficiente. No hacerlo puede condicionar negativamente el desarrollo de toda su descendencia.
Antón Millet
9 de marzo de 2021
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