Si dejamos a un lado el significado religioso, la expresión “volver a nacer” se utiliza coloquialmente para hablar de personas que han evitado la muerte in extremis. Sin embargo, esta expresión carece de sentido si la aplicamos a bebés que siguen dentro del vientre de su madre, ya que si aún no han nacido, es imposible que lo vuelvan a hacer. Para esos casos en los que el feto sobrevive a una situación de peligro, muchos ginecólogos usamos la expresión “ha nacido un ángel”. Y hoy me gustaría contaros un caso real que viví junto con Antón, la matrona Carmen Huertas, y todo el equipo de La Salud.
Era la noche del 7 de agosto y al acabar la consulta nos fuimos al Hospital Casa de Salud para atender un parto antes de disfrutar de unas merecidos vacaciones. El parto transcurría con total normalidad hasta que el monitor que registraba el corazón del bebé empezó a alterarse… el corazón cada vez latía más despacio. Carmen Huertas, la matrona, observó que la forma del abdomen materno había cambiado de repente. Y en ese momento, supimos que muy probablemente el útero se había roto.
No había tiempo que perder. Era cuestión de minutos que la placenta se despegase y que el bebé sufriese -e incluso no sobreviviese-. Decidimos hacer una cesárea de emergencia.
No tuvimos que decir nada a nadie aparte de gritar: ¡CESÁREA URGENTE!
Todo el mundo supo lo que había que hacer, desde el anestesista hasta el celador pasando por matrona, enfermeras, banco de sangre, pediatras de paritorio y de UCI neonatal…
Dejadme hacer un inciso.
A veces nos llaman de algunos hospitales de nueva creación para ofrecernos trabajar en ellos. Siempre digo lo mismo: las habitaciones pueden ser muy moderas y los quirófanos muy espaciosos pero la experiencia que atesora el personal de quirófano de La Salud es infinitamente -y no estoy exagerando- más valiosa que todo eso.
Vuelvo a nuestro caso. Al abrir el abdomen -tardamos menos de 2 minutos-, pudimos comprobar que el útero estaba completamente roto y el bebé prácticamente fuera de él. ¡En menos de dos minutos el recién nacido ya estaba en manos del pediatra! Nosotros, sin embargo, no respiramos hasta que el pediatra nos confirmó que el bebé estaba fuera de peligro. Después, embargados por el impacto emocional de los minutos vividos, todavía tuvimos que operar durante más de una hora para arreglar los daños de la rotura uterina y dejar a la madre fuera de peligro.
Cuando acabamos y salimos del quirófano, nos miramos y fuimos conscientes de que esa noche había nacido un ángel. Y ya son algunos…
Pocos minutos después, en la puerta del quirófano, escuché una frase de la matrona que nunca olvidaré. Abrazada a Antón y entre lágrimas le susurró: “nunca me voy a acostumbrar a esto”. Y Antón le contestó: “ese niño está con sus padres gracias a ti”. Y en efecto, gracias a ella y a todo el equipo de quirófanos de La Salud, nos fuimos esa noche a casa satisfechos de haber ayudado a nacer a un niño, que durante unos segundos, fue un ángel.
La rotura uterina es una de las complicaciones obstétricas asociadas a mayor mortalidad tanto de la madre como del feto. Suele producirse en úteros sometidos a intervención quirúrgica previa, como por ejemplo extirpación de miomas, pólipos,… pero el factor de riesgo más importante es la presencia de una cicatriz por una cesárea anterior. Afortunadamente, la rotura uterina es una complicación muy rara que puede ocurrir en 1 de cada 10.000-20.000 embarazos, pero cuando sucede solo una actuación inmediata es capaz de evitar resultados desfavorables. Lo importante en estos casos es actuar con rapidez y, si se sospecha que hay una rotura uterina durante el trabajo de parto, realizar una cesárea urgente.
No siempre os podremos contar historias como esta, con un final tan feliz. Y aunque sabemos que no es lo mismo vivirlo que leerlo, hemos querido haceros partícipes a través de estas líneas de un caso que difícilmente olvidaremos.
Y del que todos aprendimos.
La curva de aprendizaje de los médicos está jalonada de historias como esta. Que nos hacen sufrir mucho pero que dan sentido a nuestro trabajo, a nuestros sacrificios. Cuando “nos vayamos de aquí”, nos quedará la satisfacción de haber permitido nacer a unos cuantos ángeles.
Sólo eso ya vale la pena…
Dr. José Vila Vives – Clínica Millet
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