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Decisiones difíciles en las salas de parto

Reflexiones de un ginecólogo de Valencia.

Déjame que te cuente una anécdota que me ha sucedido esta semana. ¿Excepcional? No, para nada. En realidad, es algo que por lo que he pasado muchas veces en los últimos años pero que seguramente he normalizado hasta el punto de no darle importancia. Supongo que te preguntarás por qué escribo sobre esto ahora. Pues bien, lo hago porque quiero romper una lanza en favor de todos los obstetras, especialmente de aquellos que toman decisiones bajo presión en los paritorios de este país. Como sabéis, atacar a los ginecólogos “está de moda”.  No voy a entrar en las causas de que esto sea así ya que son muchas y ya he hablado de ellas en otras ocasiones.(1) 

Al grano. La anécdota es esta: en las últimas semanas he llevado el seguimiento de una gestante embarazada de su primera bebé. La embarazada no es muy alta – 1.55 metros – y ha engordado casi 20 kg durante el embarazo. Cuando habían pasado 3 días desde la semana 40 la paciente me dice que no aguanta más y que quiere acabar la gestación. En ese momento su cuello uterino estaba rígido, largo y cerrado; la cabeza del bebé se tocaba muy alta. Programamos inducir el embarazo 2 días después. Sin embargo, al día siguiente la paciente se puso de parto espontáneamente, alcanzando la dilatación completa a las 20:00 h. En ese momento la cabeza del bebé seguía “alta” en la pelvis materna y el líquido amniótico estaba ligeramente teñido de meconio. Había llegado el momento de empujar y así lo hicimos durante 2 horas. Al transcurrir ese tiempo, la paciente estaba muy cansada. La cabeza del bebé había descendido en la pelvis materna pero no lo suficiente… Las recomendaciones de las sociedades científicas hubiesen recomendado seguir empujando al menos 1 hora más y en un hospital público, hubiésemos empujado y empujado… y empujado. 

Decidí no hacerlo y realicé una cesárea inmediatamente. 

Permitidme que rebobine unos años atrás: recuerdo mis guardias en el Hospital Clínico de Valencia. Recuerdo perfectamente cuando, cada mañana, el jefe de servicio cuestionaba las indicaciones de las cesáreas realizadas: “¿Por qué habéis hecho esta cesárea tan pronto?” “¿No podíais haber esperado más?” “hacemos demasiadas cesáreas”, “En Consellería no estarán contentos”. Por el contrario, cuando llevábamos un parto “al límite” y conseguíamos un expulsivo por vía vaginal, mi jefe sonreía satisfecho. Nunca preguntó: “Cómo está el bebé? No le interesaba. Ese era ya el problema de los pediatras…

En la cesárea, al abrir el abdomen de la paciente me encontré un bebé de 3 850 g con 3 vueltas de cordón enrolladas alrededor del cuello y las aguas ligeramente teñidas de meconio. Aun así, la cesárea fue como una seda: madre y bebé sanos, familias felices, pediatra tranquilo y equipo obstétrico satisfecho. Cuando el bebé empezó a llorar en mis brazos, la polémica entre parto vaginal o cesárea se desvaneció: los padres no pudieron contener un llanto feliz. Cuando di el alta a la paciente, 2 días después, el agradecimiento que recibí fue tan sincero como intenso. Si hubiésemos seguido empujando, quizás hubiésemos conseguido un parto vaginal, pero estoy segurísimo de que hubiese sido un parto muy duro para la madre y para el bebé. He pasado por ello muchas veces y sé que no vale la pena, que un parto vaginal difícil es siempre un error.

A los ginecólogos les toca hacer un trabajo muy ingrato: soportan las presiones a las que les someten los gestores de los hospitales, tomando decisiones “en caliente”, a veces por la noche, decisiones que afectan a la salud de las madres y de sus bebés. A los jefes de servicio les interesa presentar unos porcentajes de cesárea que no afeen su gestión en la Consellería. Ésta última suele estar dirigida con criterios políticos – sí, los políticos mandan también en los hospitales-, para “salir bien en la foto cada 4 años”. 

¿Por qué permitimos que los ginecólogos asuman los riesgos y que los gestores se cuelguen todas las medallas? ¿Por qué no se permite que cada equipo de ginecólogos/pediatras decida, en función de la población a la que trata, los objetivos de calidad asistencial en su centro? 

Siempre he creído que quien toma las decisiones debe responsabilizarse de las consecuencias derivadas de esas decisiones. Actualmente los riesgos los corren los ginecólogos y las medallas se las cuelgan “otros”.

 

Dr. Antón Millet

REFERENCIAS:

1https://clinicamillet.es/blog/que-puedo-hacer-para-prepararme-a-la-menopausia/

 

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