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Violencia Obstétrica: ¿una tormenta de verano?

En verano tenemos más tiempo libre para dedicar a la familia, la lectura, la naturaleza, las relaciones sociales y… sí, también para pensar. ¿Cómo pensar en invierno, inmersos en el frenetismo del día a día? Yo no puedo. Pensar cuesta: exige silencio, concentración, y sosiego. En verano todo es más fácil: si uno se lo propone, puede crear un entorno adecuado para la reflexión. Cada uno tiene su receta: la mía es ir a los Pirineos con mi familia, evitar las exigencias de una vida social tan excesiva como estéril, caminar por la montaña y leer.

Hoy quiero compartir con vosotros algunas reflexiones sobre la tan cacareada “violencia obstétrica”. Sabes que algunas personas dicen que los ginecólogos y las matronas ejercemos violencia sobre nuestras pacientes de forma habitual en los partos. Esto me afecta como ginecólogo y como ciudadano y me da que pensar… Aunque he dudado sobre si opinar públicamente, finalmente he decidido hacerlo por responsabilidad. Creo que mi opinión puede interesar ya que llevo 26 años trabajando, en “primera línea”, y veo ya las cosas con cierta perspectiva. He vivido momentos maravillosos ejerciendo mi profesión, pero también otros horribles. Sé de qué va la obstetricia. Seguro que algunos periodistas y políticos escriben mejor que yo, pero “hablan de oídas”: para saber bien de algo, hay que haberlo vivido.

Cuando leí por primera vez: “en los paritorios se ejerce desde hace años violencia obstétrica” sentí una mezcla de estupor y enfado. Luego, más tranquilo, me hice algunas preguntas: ¿Quién opina esto? ¿Es un fenómeno aislado o es algo que se enmarca en una tendencia de opinión que afecta a otras áreas de la vida social? ¿Qué papel juegan las redes sociales en este debate? ¿Cómo pueden los médicos hacer oír su voz ante sus pacientes y ante toda la sociedad? Voy a intentar responder, desde mi perspectiva, a todas estas preguntas.

Para empezar, quiero resaltar que los colectivos que han generado el debate sobre la violencia obstétrica militan en posiciones políticas radicales. No les juzgo… y tampoco debemos engañarnos: no han hecho más que encender la chispa de un fuego que después ha sido alimentado desde otras posiciones políticas y sociales. Todo el mundo opina, TODOS sin excepción. En muchos casos, la gente que opina nunca ha pisado un paritorio; en otros casos, las experiencias personales se elevan a categoría de ley: “a mí me pasó esto, a mi amiga le pasó lo otro…”. La opinión de ginecólogos, ginecólogas, matronas y matrones muchas veces queda reducida a declaraciones institucionales, políticamente correctas, pero poco representativas de las diferentes sensibilidades que existen dentro estos colectivos. La conversación se torna en confusa cacofonía que no lleva sino a la crispación.

¿Cómo hemos llegado a este punto?

En mi opinión, existen al menos 3 elementos que contribuyen a que haya surgido este debate: por un lado, el éxito innegable del liberalismo económico, en el que “el cliente siempre tiene razón”, ha derivado en una corriente anti- élites. Ortega nos habló de la rebelión de las masas y ya la tenemos aquí: “¿quién son los ginecólogos y/o las matronas para tomar decisiones sobre mi salud y la de mi bebé? YO me siento empoderada y Yo soy la única que puede decidir…” El segundo elemento que me parece esencial es el de las redes sociales que permiten opinar por primera vez, y sin filtros, a cualquier persona y/o colectivo social sobre cualquier tema. Ya he hablado en este blog sobre su potente efecto distorsionador. Por último, pero no por ello menos importante, quiero referirme al papel que juegan los movimientos políticos populistas. Siempre buscando rédito político, tanto si beneficia al conjunto de la sociedad como si no: “¿Crispar el debate nos da votos? ¡Adelante, avivemos el fuego! ¿Quién apagará el incendio después? Ya se verá después”.

Así las cosas, me pregunto, como ginecólogo, lo siguiente: ¿Es este un debate importante, que acabará condicionando el trabajo en los paritorios o no es más que una tormenta de verano pasajera? Intuyo que la mayoría de las mujeres embarazadas y sus familias saben que sus médicos no van a ejercer violencia sobre ellas; pero también intuyo que un pequeño colectivo, políticamente muy motivado, ve al ginecólogo como a una élite a la que hay que “derribar de su púlpito”. Y me preocupa. No hay que infravalorar a los pequeños grupos de ciudadanos altamente motivados: la historia nos ha enseñado que la sociedad no se mueve siguiendo el dictado de las mayorías y no hay nada más peligroso que un grupo minoritario, pero intensamente implicado en un proyecto reformista o revolucionario. Por lo tanto y volviendo a la pregunta de si esta es una tormenta de verano… creo que no hay tormentas de verano, de la misma manera que no hay enemigos pequeños. Los médicos – en concreto los que trabajamos ayudando a las mujeres a dar a luz- no podemos ni debemos dejar ninguna batalla por pelear.

Dejadme que os cuente un hecho real: cuando inicié mi formación como residente en ginecología allá por el año 1996, las ginecólogas y ginecólogos hacían episiotomías en todos los partos. ¿Eran violentos? No lo eran; lo hacían porque creían que las episiotomías reducían el riesgo de desgarros perineales. En aquellos paritorios es donde vi por primera vez las maniobras de Kristeller en las que la matrona ejercía una gran presión sobre el fondo del útero para ayudar a la expulsión del feto. Realmente eran – y son- maniobras “violentas” como también lo son los aterrizajes forzosos en aviación o las reanimaciones cardiopulmonares en las cunetas de las autopistas: ¿alguien critica la “violencia aérea” o cuestiona la “violencia cardio-respiratoria”? NO, porque al no afectar sólo a las mujeres, el feminismo radical difícilmente puede explotar electoralmente esas causas. Os aseguro que ningún ginecólogo hace maniobras de último recurso por capricho sino por necesidad.

Supongo que alguna paciente leerá esta última afirmación y no sabrá si fiarse de mí; quizás piense que soy ginecólogo, parte de la élite y, en el fondo, defiendo intereses corporativos. Ante este argumento siempre tengo una respuesta: yo me implico en cada parto con mis pacientes, soy el primer interesado en que todo salga bien ya que me juego mi prestigio y la necesidad de evitar litigios. Muchas veces me comparo con el piloto del avión al que subo: tiene tanto interés como yo en llegar al destino sin problemas. Por el contrario, ¿qué pierden los políticos, periodistas y militantes si hay algún problema en un paritorio por no hacer una maniobra “violenta” de último recurso, una episiotomía o un Kristeller? ¡NO PIERDEN NADA ya que no se juegan nada…! Sólo pierden la paciente, su familia y su ginecólogo.

Por esto, recomiendo a las pacientes dos cosas: primero, que den la espalda a la demagogia relacionada con la “violencia obstétrica”; segundo, que hablen con sus ginecólogos/matronas de confianza sobre estos temas y que se pongan en sus manos. El mejor argumento frente a la “violencia obstétrica” es una relación médico- paciente basada en la confianza. Por último, ánimo a mis colegas médicos y matronas a no ceder ni un centímetro en el debate ideológico y a seguir estudiante y trabajando para mejorar la asistencia de nuestras pacientes.

 

Antón Millet- Ginecólogo.

31 agosto 2021

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