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Programas de diagnóstico precoz del cáncer de mama y de cáncer de cuello de útero

¿Ha llegado el momento del cambio?

Los programas de cribado de algunos tumores son considerados un avance de la medicina moderna, frecuente moneda de cambio manipulada por los políticos. Cuando se sugieren cambios, por tímidos que sean, en estos programas, la sociedad se resiste, interpretándolos como “más recortes” en la protección social. Sin embargo, quizás ha llegado el momento de analizar la situación.

Para que una enfermedad pueda beneficiarse de un programa de cribado deben reunirse ciertos requisitos: la enfermedad debe ser frecuente y debe suponer un problema de salud importante, debe tener tratamiento temprano y efectivo, y el coste de todo lo anterior debe ser asumible por la sociedad. En lo que respecta a la salud de la mujer, los 2 programas de cribado más importantes son el del cáncer de mama con mamografías y el cribado de cáncer de cuello de útero con citologías. Ambas enfermedades reúnen los requisitos arriba citados. Como médico dedicado a la salud de la mujer, me sorprende a veces el poco espíritu crítico que demuestra la población en lo que respecta a estos programas. De los políticos, interesados en vender la implantación de estos programas por motivos electorales, no me sorprende el apoyo sin fisuras.

¿Y qué críticas pueden hacerse a estos programas? Empezaré por las mamografías. En las poblaciones en las que se ha implantado el cribado mamográfico del cáncer de mama, se ha visto reducida la mortalidad por el tumor en aproximadamente un 30%. Aunque los defensores de los programas de cribado atribuyen la reducción de la mortalidad exclusivamente a las mamografías, algunas voces críticas sugieren que las mejoras en los tratamientos, tan evidentes en los últimos 15 años, son las verdaderas responsables de la menor mortalidad. Por otro lado, no hay que olvidar los efectos no deseados del cribado: un 30% de las mujeres sometidas a programas de cribado mamográfico, en algún momento será llamada para realizar una prueba adicional por haberse detectado “algo anómalo”; aunque finalmente no se diagnóstico que un tumor, la ansiedad que genera esta situación es muy intensa y duradera. Además, sabemos hoy que un 20%-30% de los tumores mamarios no suponen una amenaza para la vida de las mujeres, y en muchos casos desaparecen solos sin tratamiento. Su diagnóstico es de hecho un “sobrediagnóstico”. ¿Estoy sugiriendo que los programas de mamografías deben abandonarse? No. Mi opinión es que debemos seguir animando a las mujeres a participar pero es urgente que las autoridades sanitarias, libres de interferencias políticas, inicien un proceso de análisis crítico y modifiquen algunos aspectos como la edad a la que las mujeres entran en estos programas y/o la periodicidad de los mismos.

En lo que respecta al cribado del cáncer de cuello de útero, la situación actual es más incierta si cabe: durante décadas, las citologías han permitido reducir la incidencia del tumor pero a costa de realizar muchas biopsias innecesarias. En la actualidad, se baraja la posibilidad de abandonar las citologías de cuello de útero para pasar a determinar sólo y exclusivamente la presencia del virus del papiloma humano en el cuello. No se descarta realizar juntas las dos pruebas (citolgogía y test del papiloma, o cotest). Resumiendo los estudios más importantes, podemos concluir que la realización de una citología anual confiere un riesgo de padecer un cáncer a lo largo de la vida del 0,25%; la realización de un cotest cada 3 años confiere un riesgo del 0,47% y el riesgo es del 0,74% cuando el cotest se realiza cada 5 años.

Cuando preguntamos a las pacientes por sus preferencias, en general prefieren las opciones que conllevan un menor riesgo de padecer el tumor. Sin embargo, la realización de citologías cada año no está exenta de morbilidad – conlleva muchos falsos positivos con la ansiedad que ello supone y la realización de numerosas biopsias innecesarias-. Quizás deberíamos dejar de considerar sólo la reducción en el número de tumores y pasar a valorar los beneficios “netos”- beneficios menos inconvenientes-. Las estrategias óptimas serían las que más redujesen la incidencia de tumores asociando menos costes. Por último, la asignación de recursos, debe entrar a formar parte del debate. Opino que quizás no se deba imponer una única estrategia de cribado sino que debamos ofrecer a las mujeres, un abanico de posibilidades “razonables”, dejando que sean ellas las que decidan la mejor opción.

Desde mi punto de vista, sólo una población educada, implicada y libre de prejuicios permitirá extraer el máximo de beneficios de los programas de cribado.

 

Antón Millet • Ginecólogo

 

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Clínica Millet - Clínica de la Mujer
Médicos especialistas en ginecología, reproducción, diagnóstico prenatal, preparto y posparto, pediatría, endocrinología, deporte, psicología y medicina estética en Valencia.
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