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La historia de Silvia González…

¿Cómo puede ser la misma cosa tan distinta?

Eso es lo que me pregunté el pasado 6 de Abril, cuando di a luz a mi pequeña Berta, mi segunda niña. Con Lola, la primera, todo fue diferente, bueno, todo no, el embarazo fue exactamente igual, igual de estupendo, pero la “culminación” fue totalmente distinta.
En el primer embarazo llegué a la semana 40 y Lola no hacía amago alguno de querer salir… El Dr. Millet, en su inmensa sabiduría, decidió inducirme el parto en la semana 41+3, cuando consideró que ya habíamos esperado suficiente.Y allí que fuimos, mi marido y yo, un miércoles 1 de Abril de 2015, a las 9 de la mañana, con todo preparado (es lo bueno de que te programen el parto…) pero temblando como flanes…
Después de preparativos varios, nos llevaron a la sala de dilatación, y allí me suministraron cierta medicación con el fin de que dilatara y mi niña se hiciera el ánimo de salir de su pequeño refugio. Pero nada, después de unas horas en las que apenas dilaté nada y que además sirvieron para que Lola decidiera girarse, llegó la “sentencia” de Antón: “Vamos a tener que hacerte una cesárea”. Se me calló el mundo, porque yo estaba convencidísima de que sería parto natural, ni siquiera me había planteado esa opción.
En el curso de preparación al parto al que asistí, oía a chicas que contaban que ya tenían programadas sus cesaréas por varios motivos. Y yo pensaba, pobrecillas, menos mal que el mío será natural…Y de repente mira, me ví involucrada en una situación que no había contemplado, y en realidad fue todo tan rápido que apenas pude pensar en ello, de repente y sin sentir dolor alguno, Lola salió de mi.
Al principio todo fue genial, yo no sentía dolor y la niña estaba perfectamente. Todo fue maravilloso hasta que el efecto de la anestesia terminó… Yo no me considero una persona quejica, y creo que tengo el umbral del dolor bastante alto, pero esto me superó… Sentía un dolor terrible al hacer casi cualquier cosa; incorporarme, toser, reir, y lo más importante, coger a mi pequeña… Fueron 15 días difíciles, y es verdad que todo pasa, y pasó, pero la verdad es que no me gustaría revivir esos momentos…
Con Berta, mi segunda niña, la cosa fue muy distinta. Ella, al igual que su hermana mayor, también se retrasó. Llegó la semana 40 y no había indicios de que Berta fuera a nacer. He deducido que debo de tener un útero muy confortable… jejeje.
Bromas aparte, yo empezaba ya a estar preocupada y triste, porque me imaginaba lo que supondría una inducción… al final lo más seguro es que acabara en cesárea teniendo ya una cesárea previa… Y como yo ya sabía lo que era eso, no me apetecía nada volver a pasar por ahí…. Por eso le dije a Antón que por favor lo retrasara lo máximo posible, y así lo hizo, pero me dijo que no podíamos esperar eternamente, y que si en la semana 41+3 no había nacido me lo tendría que provocar… Yo no tenía muchas esperanzas de ponerme de parto por mi misma, vistos los antecedentes de mi primer embarazo… Pero bueno, el destino esta vez me sorprendió gratamente, y un par de días antes de la fecha programada para la inducción, rompí aguas.
No me lo podía creer, estaba contentísima aunque también nerviosa y con dolores de contracciones… Así que con este batiburrillo de emociones me fui para el hospital un miércoles a las 12 de la noche. 4 horas después nació Berta. Y de todo ese tiempo no tengo malos recuerdos. Es verdad que lo pasé un poco regular durante dos horas, sobre todo durante una hora, pero cuando la “Bendita Epidural” entró en mi cuerpo todo fue sobre ruedas… un par de empujones y Berta había llegado al mundo. Todos mis nervios se esfumaron cuando oí al pediatra decir que la niña estaba perfectamente y acto seguido la tenía ya en mis brazos.
Las horas siguientes al parto también fueron buenas, un poco de medicación para aliviar las molestias y poco más… Me encontraba casi perfectamente, y la verdad es que así es mucho más fácil ocuparse de un bebe que estando toda dolorida…
Para mí desde luego que no tiene nada que ver una cosa con otra, pero también es verdad que cada persona es un mundo… Hace un par de días me encontré con una “conocida del parque…” que me contó que su caso había sido idéntico al mío (primer niño cesárea, y segundo parto natural), sin embargo su experiencia es completamente opuesta, ella se encontró perfectamente con la cesárea y lo pasó mal con la recuperación del parto natural…
En fin, la conclusión que saco de todo esto es que he sido muy afortunada, he podido vivir las dos experiencias y lo más importante es que, aunque fueron distintas, no hubo complicación alguna en ninguno de los dos partos (eso también se debe en parte a los buenísimos profesionales que me atendieron, empezando por Antón y acabando por los celadores), mis hijas nacieron perfectas y sanísimas, y yo no podría estar más feliz.
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Clínica Millet - Clínica de la Mujer
Médicos especialistas en ginecología, reproducción, diagnóstico prenatal, preparto y posparto, pediatría, endocrinología, deporte, psicología y medicina estética en Valencia.
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