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¿Es útil hacerse mamografías con regularidad para diagnosticar precozmente el cáncer de mama?

Desde 1990, la mortalidad por cáncer de mama en Estados Unidos y en la Europa desarrollada se ha reducido en un 30%. Esto puede deberse a dos factores: mejores tratamientos y/o diagnósticos más precoces. Sabemos por los estudios que los tratamientos del cáncer de mama han mejorado mucho, reduciendo significativamente la mortalidad por esta enfermedad. Durante décadas hemos pensado que los programas de cribado mamográfico también contribuían a reducir la mortalidad por cáncer de mama en un 30%. Sin embargo, esta última afirmación ha sido recientemente cuestionada.

En la imagen se ven curvas de 2 colores: en azul, Suecia y en rojo, Noruega. Desde 1980 hasta 2014, la mortalidad por cáncer de mama ha disminuido en ambos países. Asimismo, se aprecia claramente que en Suecia se implantó el programa de mamografías para diagnóstico precoz de la enfermedad una década antes que en Noruega. En ambos países el programa ha reclutado a la práctica totalidad de la población femenina. Si, como creíamos, las mamografías de cribado reducen la mortalidad por cáncer de mama, deberíamos haber visto una reducción de la mortalidad por cáncer de mama más precoz en Suecia que en Noruega. Sin embargo, no ha sido así y la reducción de mortalidad en ambos países no parece depender de la implantación de los programas de cribado.

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Esta misma observación se ha reproducido, con idénticos resultados, en Bélgica y en Holanda, en Irlanda del Norte y en Irlanda del Sur, y en otros casos… Esta disociación entre cribado mamográfico y reducción de mortalidad por cáncer de mama sugiere que el efecto de las campañas de cribado sobre la mortalidad por cáncer de mama es mínimo.

¿Cómo interpretar estas observaciones? Es probable que los tratamientos hayan mejorado de tal manera en los países occidentales que los programas de diagnóstico precoz han perdido en parte su razón de ser. Dicho de una forma, cada vez es menos importante diagnosticar el tumor cuando éste es pequeño ya que los tratamientos han mejorado tanto que el tratamiento de tumores algo más grandes es igualmente efectivo.

Además, no podemos olvidar que los programas de cribado conllevan peligros: por un lado, la existencia de falsos positivos y por otro, el peligro de sobre-diagnosticar la enfermedad.

Los falsos positivos son aquellos casos en los que la paciente es sometida a una mamografía que es sospechosa pero tras un estudio ecográfico, con resonancia, con biopsias la paciente es finalmente informada de que no padece un cáncer. Esta situación se produce en un 30%-50% de las mujeres sometidas a cribado a lo largo de una década. El impacto psicológico de una situación así es mayor y más duradero de lo que pensamos.

El sobre- diagnóstico consiste en el diagnóstico y tratamiento de pequeños tumores que nunca progresarían ni amenazarían la salud de la paciente si no fuesen tratados. Los estudios sugieren que un 20%-30% de los tumores diagnosticados y tratados en la actualidad no son “peligrosos” y podrían no tratarse sin consecuencias.

Recapitulando, la situación actual es de indefinición puesto que no parece que los programas de cribado sean los responsables de la menor mortalidad por cáncer de mama y cada vez somos más conscientes de los efectos no deseados de someterse a mamografías con regularidad.

Si los cribados mamográficos redujesen la mortalidad por cáncer de mama, en la actualidad tendríamos un número mayor de tumores diagnosticados en estadios tempranos y un número menor de tumores en estadios avanzados; en efecto, algunos tumores serían diagnosticados tempranamente en las mamografías y no evolucionarían en su desarrollo. Sin embargo, los datos de que disponemos muestran claramente que el número de tumores en estadios iniciales no para de crecer sin que disminuya el número de tumores diagnosticados en estadios avanzados. Esto sugiere que se están diagnosticando muchos tumores que no se verían ni se tratarían si no fuese por las mamografías y que muchos de estos tumores no suponen una amenaza para las mujeres.

Mi conclusión es que debemos seguir recomendando la adherencia a los programas de cribado mamográfico. Sin embargo, deberíamos empezar a analizar críticamente los actuales programas de cribado: deberíamos replantearnos la edad a la que las mujeres entran en los programas y la periodicidad de los mismos para no generar más “daños” que beneficios.

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Dr. Antón Millet • Ginecólogo

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