Este post va dedicado a mi amiga Mar y surge de alguna de las conversaciones con mis chicas delante de una copa de vino…
A lo mejor es algo atrevido para alguien de 35 años hablar de los aspectos que rodean a la menopausia, pero mi trabajo como Matrona acompañando a mujeres a lo largo de su ciclo sexual y reproductivo, hace que pueda compartir con ellas muchas experiencias, inquietudes y expectativas.
Las mujeres, a lo largo de nuestra vida, somos “víctimas” de los sucesivos cambios hormonales que tienen lugar en nuestro cuerpo, desde la adolescencia a la menopausia. Esta montaña rusa hormonal influye tanto en nuestra fisiología pero en nuestra psique. El fenómeno principal que caracteriza a la menopausia es la pérdida de la capacidad reproductiva que viene relacionada con una caída brusca de la producción hormonal.
Los cambios fisiológicos que se producen durante la menopausia son de sobra conocidos y la mayoría de los “efectos secundarios” pueden paliarse con mayor o menor facilidad. Los “sofocos” se pueden mejorar con fitoterapia a base de soja y pólenes, con estrógenos y con otras terapias alternativas. Para la sequedad vaginal tenemos infinidad de productos de buenísima calidad en el mercado. La pérdida de masa ósea se soluciona con ejercicio físico y una buena alimentación y en los casos necesarios, con farmacoterapia. El aumento del riesgo cardiovascular y el desarrollo de diabetes también es posible prevenirlo con la práctica de ejercicio físico y alimentación adecuada.
¿Por qué entonces si tenemos todas estas “soluciones” hay mujeres que no recuperan su líbido o que pierden su autoestima?
En la adolescencia comenzamos con una búsqueda de nuestra propia identidad que en la mayoría de los casos se alarga hasta bien entrada la veintena. Durante la treintena, en la mayoría de los casos hemos alcanzado esa aceptación de nosotras mismas y nuestro cuerpo y nos centramos en la búsqueda de una estabilidad laboral, emocional y familiar. Teóricamente, cuando llegamos a los 40 y los 50, ya hemos completado esas búsquedas y llegamos a un momento de estabilidad y metas alcanzadas. ¿Por qué entonces en numerosas ocasiones las mujeres a esa edad no se sienten completas e incluso experimentan un sentimiento de pérdida?
Es un hecho que la sociedad es más dura con las mujeres que con los hombres. En el ámbito laboral, las mujeres trabajan más para conseguir la misma remuneración o consideración que los hombres. Nos han vendido la farsa de la conciliación de la vida laboral y familiar, pretendiendo convertirnos en una especie de “super woman” que puede compaginar perfectamente su puesto de trabajo y disfrutar de la crianza, pero la realidad es bien distinta. Y cuando llega la menopausia, esas exigencias no disminuyen. Nuestro cuerpo cambia pese a que nos bombardean con imágenes publicitarias que nada tienen que ver con la realidad. Si no hemos sido capaces de alcanzar nuestros objetivos laborales, ahora lo tendremos más difícil que nunca.
Por mucho que nos consideremos una sociedad avanzada, seguimos arrastrando un sistema patriarcal en el que la mujeres perdemos “valor” cuando no somos ya capaces de concebir, todo lo contrario que en otras culturas en las que la menopausia genera prestigio y reconocimiento social. Diversos estudios antropológicos muestran que en función de la visión que tenga la sociedad de la mujer menopáusica, dependerá la intensidad de la sintomatología asociada. Esto sugiere que los factores sociales y culturales influirán en la sintomatología y en la calidad de vida tras la menopausia.
Esto debería servirnos de llamada de atención, tanto a las mujeres como a los profesionales relacionados con la salud de las mujeres. Es necesario un trabajo personal de cada una de nosotras para potenciar nuestra autoestima y nuestra sensación de valía social, para afrontar esta etapa de nuestra vida igual que otras, de manera plena y consciente.
MJ Pau • Matrona
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