Porque te mereces un profesional de la medicina preventiva y anti-envejecimiento

En pleno siglo XXI, con el auge de la medicina preventiva y anti-envejecimiento, además la progresiva preocupación de la población general por envejecer de una manera saludable y evitar la enfermedad, nosotros ofrecemos una evaluación general de la situación actual del paciente para, desde ese basal, tratar de mejorar el estado de salud de manera acorde a la evidencia científica actual.
No pretendemos ofrecer soluciones milagrosas que hagan perder años y rejuvenecer (no existe “la pastillita mágica” ni la “fuente de la eterna juventud”), sino centrarnos en evitar enfermedades relacionadas con la edad y el envejecimiento tales como infartos e ictus, causantes de gran cantidad de daño en la población general y muchas veces potencialmente evitables.
Para esto se propone un estudio basal sobre el paciente: conocer sus hábitos, tanto alimentarios o deportivos como de otra índole, sus antecedentes familiares, sus cifras de tensión habituales (no es necesario conocerlas previamente, disponemos de aparatos que pueden hacer una medición exacta durante 24-48 horas), sus niveles basales de colesterol y triglicéridos, su metabolismo glucídico basal, etc…
Con todos estos datos, se realiza la evaluación inicial y la necesidad de profundizar en más estudios con la idea de hacer un informe personalizado con los objetivos a alcanzar por el paciente a todos los niveles que, a día de hoy, disponen de evidencia sólida en la reducción de eventos cardiovasculares adversos: pérdida de peso, ajuste de tratamiento para la presión arterial, el colesterol o las alteraciones del metabolismo glucídico (diabetes y prediabetes), así como un plan de ejercicio semanal según las características del paciente.
Otra vertiente de este abordaje sería la evaluación en los pacientes de mediana edad (post-menopausia en mujeres y a partir de los 65 años en hombres), de la situación basal de su masa ósea y el cribado de la osteoporosis, con una propuesta de tratamiento (o no) y seguimientoen función de las escalas de riesgo de fractura y los datos de una densitometría ósea.
En general, y por resumir todo lo comentado, las grandes ventajas de un abordaje integral de este tipo, de manera acorde a la evidencia científica actual y sin ánimo de prometer lo que a día de hoy no está demostrado, serían:
- Enfermedades cardiovasculares: evaluación de la función del corazón con ecografía, disminución de la tensión arterial y seguimiento, optimización del perfil lipídico completo (colesterol, triglicéridos…), vigilancia de la calcificación en las arterias (a nivel carotídeo y femoral), así como de su rigidez e incluso reversión de este parámetro.
- Ayuda en la prevención de procesos neurodegenerativos (demencias, sobre todo de tipo vascular, aunque no exclusivamente): se ha visto que niveles elevados de colesterol y presión arterial se asocian a deterioro cognitivo precoz y enfermedad cerebrovascular silente.
- Mejorar el perfil glucídico y el desarrollo de diabetes tipo 2: reducción de los niveles de glucosa, hemoglobina glicosilada y resistencia a la insulina, que muchas veces están relacionados con la obesidad y con un mal control de factores de riesgo cardiovascular.
- Prevención temprana de la osteoporosis y fracturas que conlleva.